La historia va así: chica desconocida aparece en el videoclip de una canción que se convierte en el hit veraniego del hemisferio norte. Producida por Pharrell Williams (también autor de “Get Lucky”, la otra canción del verano), “Blurred Lines” es extremadamente pegajosa, aunque lo que importa, sacando cuentas, es ella. Resultado: la chica del video -que sale casi desnuda junto a tres hombres, que baila y abraza una cabra- salta a la fama, aparece en nuestras pantallas y cuesta que la olvidemos. Resultado: el verano boreal ya pasó, por fin la canción se escucha menos, y lo que queda, al final, son las curvas de Emily Ratajkowski, las cuales, al contrario de lo que dice la canción, no se borran. Hija de padres artistas, nacida en Inglaterra pero criada en California, Ratajkowski (la j es silenciosa) apenas bordea los 22 años (¡22!) y gracias a sus bailes en “Blurred Lines” rápidamente se instaló como un icono. De ahí que la revista GQ la apodara como “la chica que robó nuestro verano”. O que en Esquire ya la tengan de regalona, al punto que sus lectores la eligieron como la “Mujer del Año” (hace unas semanas, en esa misma revista, además de contar que su madre es una feminista-intelectual-profesora-universitaria, respondió a las críticas sobre su aparición en el video: “Es una celebración a la confianza de la mujer, a la actitud sarcástica frente a los hombres”). No extraña, entonces, que David Fincher la haya escogido para su nueva película, una adaptación de la novela Perdida, de Gillian Flynn. Ahí actuará junto a Ben “Argo” Affleck, quien a su vez interpretará a un tipo que pierde a su esposa y que, para pasar las penas, no encuentra mejor refugio que las curvas de Ratajkowski. La chica que se robó nuestro verano, sí, pero que no podremos olvidar en todo el año.