Pistolas derretidas, ventanas en las que vemos objetos fuera de foco, paisajes lunares, autos perdidos en páramos espectrales, un Mickey Mouse satánico, cabezas negras de las que emerge una boca o una sombra; todas estas imágenes aparecen en Small stories, la muestra de fotografías que el cineasta David Lynch está exponiendo en la Maison Européenne de la Photographie, en París. Concibiendo cada imagen como un relato, Lynch hace otro acercamiento a su mundo de monstruos y maravillas. Está acá ese surrealismo agrietado que quizás era el centro de Eraserhead, pero también la confirmación de que esa estética era un paisaje inexplicable e irrepetible. La sugerencia de Lynch es pensar cada foto como si fuese una historia, un pequeño artefacto narrativo cuyo significado casi siempre existe más allá de la imagen; como si su sentido fuese justamente no avanzar en lo visible sino internarse en el terreno turbio de lo impronunciable. Aquello, por supuesto, funciona: las fotos pueden ser leídas como los bocetos de películas imposibles, ventanas de mundos que apenas queremos mirar porque tras de ellos se esconde la condición humana como una especie de horror viscoso, una pesadilla cercana.
“Small stories”, de David Lynch. En la Maison Européenne de la Photographie, París.