Como efecto dominó: Augusto Pinochet y, tras él, cinco presidentes constitucionales -desde Aylwin a Piñera- sin cabeza, cayendo sobre un suelo de ladrillos. Caen abatidos por una escolar encapuchada que los apunta con un fusil. No es que hayan sido decapitados, “es la ausencia de liderazgos políticos”, dice su autor, Francisco Tapia (31), Papas Fritas. Es la forma de este artista de graficar, para él, el continuismo luego de la dictadura. Esta instalación, “El ladrillo angular” -que se toma el frontis del MAC Quinta Normal y es parte de la exposición Trabajadores de la luna, del Colectivo de Arte Etcétera-, hace alusión a “El ladrillo”, texto en el que se establecían los lineamientos de la política económica que introduciría el gobierno militar.
Un trabajo que viene a sumarse a las otras creaciones de Papas Fritas: subastar una réplica del director del Museo de Bellas Artes; instalar un altar con una estatua de la, en ese entonces, ministra de Cultura, para luego lanzarla al Mapocho; tatuarse el logo del Gobierno de Chile en la espalda y dejar que le dieran latigazos; o robar, quemar y luego exponer las cenizas de los pagarés de los estudiantes de la Universidad del Mar, para luego autodenunciarse. Una lista que habla por sí sola.
-Tus obras se plantean de una forma política muy directa. ¿Tu arte, de alguna manera, es tu propia militancia?
-Para mí el arte no está separado de la sociedad, su funcionamiento es como la naturaleza de las personas, que es intrínsecamente social, y eso conlleva a que sea, por ende, político. Entonces, ¿si mi arte es político? Sí, lo es, y es mi arma. ¿Mi militancia? No soy militar, ni quiero ser un obediente e intransigente.
-¿A quiénes quieres llegar?
-A la multiplicidad, soy parte de ello. La idea es generar las posibilidades de reflexión, diálogos y cuestionamientos, pero no sólo para cultivar el pensamiento, sino para hacer, para actuar socialmente. Es hermoso ver que la gente que transita, que nunca había ido al museo, entre. La gente participa con la obra, se fotografía con ella, humilla el continuismo, se empodera ante la ironía, pero se lleva la carga y la responsabilidad de romper el ladrillo.
-Los artistas del Colectivo Etcétera y tú se autodefinen como erroristas, ¿cómo relacionan ese concepto con su propuesta artística?
-A veces estás en tu computadora y falla y dice “error en el sistema”. Pues al menos ése es el error que practico: caducar el sistema operativo del capitalismo. El errorismo es una posición filosófica equivocada, ritual de la negación, una organización desorganizada: “La falla como perfección, el error como acierto”. Mi intención es que aparezca una y otra vez en la pantalla “error en el sistema”, se formatee, y pongamos la verdadera memoria.
-¿A quién (o quiénes) quieres representar con la estudiante encapuchada?
-Se llama Elizabeth Leonidas Díaz Díaz, en homenaje a una niña de 14 años asesinada en octubre del 73 en la ribera del río Mapocho, por ser pobre. Por estar embarazada. Por ser consciente. Porque quién sabe qué pasó por la mente de aquellos impunes que la mataron por la espalda. Pero todos estamos en ella, está nuestro pasado, presente, futuro.
“Trabajadores de la luna”. En el MAC Quinta Normal. Hasta el 18 de enero.